Aceptar, se dice pronto….

Se oye decir tanto y de una forma tan gratuita, que a veces te hace sentir tonto o incapaz….. pero no, no os desanimeis porque en la práctica es como un resistente muro invisible que se levanta solo, cada dos por tres, que saca primero tu rabia y después tu vacio, lágrimas de impotencia, agotamiento, rendición momentánea hasta reponer las fuerzas. Y sin saber realmente lo que es, crees haber aceptado. Hasta que de nuevo te ves en la lucha, en exactamente la misma batalla, que no desaparecerá, hasta que aceptes que una piedra es una piedra para poderla utilizar.

Aceptar es toda la vida. Es entender, sentir y realizar un proceso de integración sobre todo lo que te rodea tal cual se manifiesta, sobre la verdad. Dejar que el dolor te cale hasta los huesos sin resistirte. Un completo proceso de duelo que va de lo más simple a lo más duro de digerir. Se necesita mucha valentía para transitar por los sentimientos que la consciencia de las cosas te van generando.

Aceptar…
Que no eres lo que pensabas, ni siquiera lo que sentías.
Que tus padres no pudieron, ni pueden darte lo que necesitas. Incluso en algunos casos tengas que aceptar que no te querían.
Que perdiste tu infancia.
Que has pasado la mitad de tu vida dejándote la piel, buscando en el lugar equivocado.
Que la mentira es el resultado de la NO aceptación y que estás rodeado de ella, empezando por ti mismo, de la manera más sutil, imperceptible a los ojos. Que la realidad es otra muy distinta, es precisamente eso que no quieres ver. Y si no quieres ver… ¿cómo vas a gestionarla?
Que los poderosos no buscan tu bien sino su propio beneficio, y que tú has sido no solo consentidor sino colaborador necesario para cometer atrocidades en nombre de la seguridad. Egoísmo puro, epicentro de todas las zonas de confort.

Que para que exista el bien debe existir el mal como maestro.

Que tu mente no puede entenderlo todo. Que solo tienes cinco sentidos.
Que para ser mucho hay que sentirse muy poco, sentir que no tienes nada, llegar a perderlo todo o como mínimo a estar dispuesto a ello. Que para volver a nacer hay que morir.
Que tú has creado y atraído las circunstancias que te rodean, que tú eres el único guionista responsable de tu propia película. Y que tu vida no es más que eso, una película. Aceptar algo tan fundamental como esto, duele, pero una vez superado, ofrece muchas más ventajas que perjuicios. Reflexiona bien sobre ello y te darás cuenta.

Se necesitan un mar de lágrimas cuando después de cada terremoto aparece la visión desoladora de lo que creíste haber construido. No importa que duela, ese es el camino.

Para todo lo demás, Master Card. Y una sonrisa.