La libertad no existe sin desapego, ni el desapego es falta de Amor. A lo que estamos acostumbrados es a la dependencia.
La idea de que el apego o lo celos como su máxima expresión, son manifestaciones del amor, es una de las grandes y equivocadas creencias heredadas, porque muy al contrario, el apego es un amor contaminado o falso Amor, es la resistencia a no soltar el vínculo por el anhelo inconsciente de recibir de él lo que desde el primer momento buscábamos o esperábamos encontrar, aquello que necesitamos cubrir. Es un amor con condiciones, «me mantengo a su lado a la espera de que algún día me de lo que necesito», y en la medida que no llega, el resentimiento va en aumento. Este tipo de vínculo te mantiene en la paralización, sacrificando incluso tu propio futuro, porque para la mayoría «desapegarse» o «soltar» es sinónimo de «pérdida». EL AMOR SANO ACEPTA SIN ESFUERZO y sin condiciones.
El sentimiento de “pérdida” solo puede existir a partir del de “posesión”. Mal vínculo para una relación sana. Es imposible sentir que perdemos algo si antes no hemos sentido que nos pertenecía, por mucho que lo neguemos, el sentimiento de “pertenencia” está en nuestro inconsciente. El apego se genera tanto con las personas como con la materia, con los conceptos, con las creencias, con los pensamientos, con las enfermedades, con las adicciones, y con la vida misma. El mecanismo funciona de igual manera en todos los casos porque es una función y no un hecho.
No solo con los objetos somos capaces de mantener cualquier cosa por mucho lugar que ocupe o pese, y a pesar de que nos haya dejado de ser útil, porque dentro de nosotros hay una voz que dice, “por si acaso”. Esta voz es en realidad una justificación inconsciente para evitar el sentimiento que nos produce el hecho de desprendernos de un simple cenicero, aunque hayamos dejado de fumar. Sin embargo seguimos adquiriendo más y nuevos objetos movidos por esa continua búsqueda de satisfacer lo que sigue insatisfecho, sin preguntarnos tan siquiera que es lo que buscamos y de donde procede esa necesidad. Puede parecer que desprenderse o no de un objeto sea algo trivial, pero lo que no es trivial y sí muy significativo, es el sentimiento de vacío que nos incomoda con el solo hecho de pensar en separarnos de él. “Lo que es afuera, es adentro”.Puede ser impresionante e incluso increíble saber a que corresponde esa emoción desagradable. Lo importante es lo que produce dentro de nosotros una acción externa y no la acción o el valor que tenga en sí misma.
En el caso del vínculo del apego con las personas ocurre lo mismo, somos capaces de mantenerlo incluso por encima de su muerte (física o emocional), evidentemente no por el amor que podamos ya darles, sino por cubrir nuestra propia necesidad de seguir anhelando lo esperado, o al menos, de no sentir el dolor que el vacío nos causa. Atrapados ahí, lo único que conseguimos es mantener a todo el sistema paralizado, el nuestro y el de quién es objeto de nuestro apego. Dejar partir, soltar, es la mayor manifestación de Amor incondicional que existe, es la generosidad y el respeto a la vida y a la libertad de la otra persona, de su alma y de la tuya propia. Es el descanso, la liberación, la descarga de un peso sin función que nos está restando la energía que necesitamos para evolucionar. Para desapegarse o soltar es necesario cerrar adecuadamente experiencias de vida, la única manera de convertir el pasado en pasado, algo imprescindible para seguir escribiendo nuevos capítulos sin tachones.
El origen de la tristeza y sentimiento de vacío que se crea con la pérdida o el desprendimiento en mayor o menor medida, es el recuerdo inconsciente de la pérdida y la desesperanza que sintió el niño cuando durante su infancia no pudo obtener la aceptación que tanto necesito de sus padres, la que aún de adulto sigue buscando. La mayoría se mantiene en la esperanza inconsciente de recibirlo algún día de ellos o de otras personas con las que establece vínculos estrechos (incluidos los hijos) e incluso con objetos o actividades continúas, mientras sigue idealizando para justificar la permanencia en la relación aunque sea destructiva. Decepcionándonos una y otra vez, alimentamos nuestra rabia ocupados siempre en la misma búsqueda que nunca llega. Pensamos que si rompemos ese vínculo que nos ata por muy limitante que este sea, perderemos para siempre la posibilidad de que por fin llegue lo que tanto anhelamos, sin embargo es todo lo contrario, lo único autentico es aquello que llega en libertad. Solo cuando sanas tus primeras pérdidas reconociendo la imperfección humana de tus padres en todos sus términos, permitiéndote sentir el dolor que te produce, es cuando puedes aceptarlo, perdonarlo, y olvidar lo que no pudieron darte, cerrándo definitivamente la puerta al pasado. Solo así podrás aceptar el final de las cosas y de las relaciones presentes o venideras que hayan dejado de tener una función constructiva en tu vida, pudiendo ser al fin realmente libre.
La tristeza que provoca es la buena noticia, la manifestación del avance en el proceso de cura, y si la dejas que entre sin miedo sin resistencias, ella te llevará a la liberación definitiva de tu dolor original y a la apertura, sin cargas, sin culpas, sin resentimientos que contaminen posibles futuras y maravillosas nuevas relaciones.