Conocer qué es y cómo funciona el ego me parece algo tan fundamental, que resulta imprescindible insistir en ello como pieza clave en el conocimiento de uno mismo. Solo con saber que el ego es justo lo contrario a mi Yo autentico, y que interviene en el 90% de nuestros pensamientos e impulsos, ya es un dato revelador por no decir ¡¡alucinante!! De ahí que tantas personas en el ecuador de su vida se pregunten quienes son realmente y quién les ha llevado hasta allí, con la sensación de no haber sido ellos los que han vivido/elegido el camino. Es una percepción absolutamente certera porque, hasta que no conocemos y dominamos qué parte de nosotros (Ser o Ego) es la que está decidiendo en cada caso concreto, las elecciones no serán propias por mucho que lo creamos, y el tiempo nos lo demostrará cuando volvamos a encontrarnos en el mismo callejón sin salida que la vez anterior a pesar de habernos jurado no repetirlo.
El ego nos confunde mental y emocionalmente hasta el punto de hacernos creer que cada vez que nos enamoramos hemos encontrado a la persona de nuestra vida, que siempre que damos es por generosidad o altruismo, que el amor a nuestros hijos, padres, hermanos y amigos es incondicional…… cuando en realidad, y vuelvo a repetir, en el 90% de las veces, es nuestro propio deseo de recibir lo que subyace en cada entrega. El deseo de recibir para llenarnos está en la misma esencia humana, quién no quiera reconocerlo se está engañando a sí mismo. Para confirmar esto solo tenéis que reflexionar en qué se basa el sentimiento de decepción tan común en las relaciones, incluidas las filiales. Ya venga en forma de frustración, rabia, o amargura, es en todos los casos una reacción del ego al intento fallido de recibir lo que su sistema emocional (niño interior) carece…… reconocimiento, aceptación, valoración, Amor.
Dirigidos por el ego las cosas no salen bien, porque nuestros sentimientos y decisiones al respecto estarán basadas en un sin fin de creencias aprendidas que por estar dentro del inconsciente nunca nos hemos cuestionado, (lo que otros nos dijeron que debíamos ser, lograr o defender, a lo que llamaban amor, lo que nos enseñaron que era «conveniente», «bueno», «malo», «normal», «justo»…), seguramente en oposición al Ser diferenciado del resto que Somos para el que no nos dieron, ni las herramientas, ni el tiempo necesario de conocer.
Al ego también se le denomina «el oponente», «la resistencia», «el NO ser», pero al igual que en un principio representa la «ceguera», el autoengaño, o el obstáculo que nos separa de nosotros mismos, es a su vez lo que provoca la crisis y el conflicto que nos empuja a la búsqueda, al cambio. Aunque hay muchas personas muy ciegas o muy dormidas, con egos tan defensivos que son incapaces de reconocer sus errores y la necesidad de cambio, no por ello dejan de percibir y sufrir su malestar interno. Soberbias o resignadas, en el papel de víctimas o de agresores, todas ellas y por el mismo motivo dignas de compasión.
Vamos a tratar de describir un poco al ego para saber de qué estamos hablando. Aunque para verlo y trabajarlo resulta muy efectivo referirse a él en tercera persona como una entidad ajena (separándonos o disociándonos), el ego es en realidad un complejo mecanismo global que afecta a todos los componentes de la personalidad. Es una función o un «Programa» que se localiza en la mente inconsciente cuya influencia produce determinados pensamientos (juicios, comparaciones, restricciones), que a su vez generan emociones (miedos, insuficiencias, incapacidades, baja autoestima) y las conductas resultantes de todo ello, en función del contenido recogido en su software. Heredado en ciertos aspectos, reforzado y ampliado en otros durante la infancia por imitación del modelo de los egos de nuestros padres, es casi un legado familiar, vaya. ¿Os habéis preguntado alguna vez el motivo de por qué nos sorprendemos a nosotros mismos repitiendo justo esas mismas típicas conductas que rechazábamos de nuestros padres? Pues esa es la razón, «El Programa» que domina de forma más o menos sutil a tu verdadero Yo. A menos que lo subas al nivel de la consciencia, lo decodifiques y trabajes en su reseteo, tu Ego seguirá tomando tu vida como si fuera la suya.
La función/ego se pone en marcha cuando nuestras heridas emocionales ocultas se ven amenazadas o son reactivadas, tratando de defendernos, sirviendo de disfraz de nuestras carencias (inseguridades). A mayor inseguridad, mayor ego. Pero por la misma razón que a nadie se le ocurre llevar durante mucho tiempo un traje que además de no ser suyo le produce urticaria, que le aprieta y no le sienta bien, nadie debería resignarse a utilizar un software de protección que le limita, que le amarga la vida separándole de sí mismo y de los demás, o incluso le enferma. Pero por mucho que huyamos cambiando de entorno, filosofía, familia o religión, si no nos enfocamos personalmente en atraparlo y reducirlo, seguirá saltando de una u otra manera allá donde estemos y como nos vistamos.
Así pues, hay que ponerse a la tarea.
Si la necesidad crea la función, actuemos sobre lo que origina la necesidad de protegernos y nuestro ego dejará de tener sentido. Anularemos al ego de forma natural. Explicado de otra manera, si el ego se desarrolla como mecanismo de defensa para la protección de nuestras heridas internas y carencias, sanando y cubriendo estas, ya no habrá nada que proteger, por lo que la necesidad irá desapareciendo y con ella la función para la que actúa. Por este motivo no deberíamos sentirlo como nuestro enemigo generando sentimientos negativos hacia nosotros mismos, ni enfrentarnos a él como si fuera una batalla, muy al contrario, deberíamos trabajarlo desde el agradecimiento por ponernos ante el espejo dándonos continuamente la oportunidad de sanar y evolucionar haciéndonos cada vez más conscientes y responsables de nuestras conductas. Aunque requiere paciencia y mucha atención, merece la pena porque es la llave que abre la puerta a una nueva vida, más libre, más autentica, con más amor. En la medida que vayáis sanando vuestras heridas, perdonándoos, el ego irá quedando cada vez más al descubierto ante vuestros ojos, permitiéndoos observar todas y cada una de sus formas. Poco a poco y desde el cariño a vosotros mismos, podréis ir controlando ese automatismo de conducta, que con el tiempo quedará desactivado por la falta de uso y necesidad.
Os animo a que comencéis con este trabajo porque el fin último no es individual, es colectivo, dependemos del número de personas que lo consigan para hacer de este planeta un espacio con más humanos y menos robots. Yo también estoy en ello.
Os deseo el mayor de los éxitos.