De regreso a Casa: La des-identificación

El kilómetro cero del verdadero camino empieza en el momento en el que por una u otra razón dudamos de saber quiénes somos realmente. Esto no significa que el recorrido anterior no sea válido, al contrario, es necesario e imprescindible como proceso para llegar al «Yo Soy» desde la experiencia del «NO soy». Aunque os pueda parecer enrevesado, si lo pensáis bien, es la manera más completa, segura y efectiva de conocimiento. ¿Cómo podrías asegurar que es de día si no conoces la noche? Un ejemplo sencillo de esto lo tenéis en que a la mayoría le resulta más fácil saber lo que realmente quiere si empieza por reconocer antes lo que NO quiere, así no solo consigue su objetivo en positivo sino también el conocimiento completo de ambas caras de la moneda. Las experiencias negativas de dolor, pérdidas, frustración, conflictos o insatisfacción en general, son esos «descartes» que nos empujan a buscar en otras direcciones. Cuando esta necesidad vital de supervivencia ocurre, y te das cuenta de que el miedo ya no es una opción, es cuando yo exclamaría… ¡¡ AHORA !!…., ya estás listo para emprender el camino, el viaje de regreso a Casa.

Cuando nacemos, ya Somos. Tu verdadero Yo ya está formado. Que no te preocupe saber si eso que ya ES es bueno o malo porque con toda seguridad puedo decirte, que no solo es bueno sino, ¡¡muy bueno!! (mucho mejor de lo que puedas imaginar). Por lo tanto, para desarrollarnos no necesitaríamos tener que crear una nueva identidad si no fuera por el imperativo social del mundo físico, recién nacidos, y sin más defensas que las herramientas básicas de demanda para satisfacer nuestras primeras necesidades «humanas». Imaginaos como puede sentirse un niño, nosotros mismos, cuando de golpe y porrazo somos expulsados del «paraíso» (útero) a otro lugar, invadido de estímulos absolutamente nuevos. A partir de aquí y bajo estas condiciones, tu Yo auténtico, limitado por la materia en la que está envuelto (cuerpo o vehículo terrestre) empieza su particular periplo de aprendizaje por un lugar desconocido.

Hasta aproximadamente los seis años nuestro Yo original intenta manifestarse tal y como es, pero en ese intento de dar y recibir incondicionalmente como única forma de Amor que conoce, aprende las primeras lecciones de unas reglas que aún no puede comprender, aunque su capacidad de observación le permite concluir que para conseguir el Amor de los demás tiene que satisfacer determinados comportamientos que el entorno establece como condición para considerarle valioso. Es evidente que el niño no entiende nada porque aún conserva gran parte de su valor original como Ser único, pero está dispuesto a hacer lo que haga falta para ser tenido en cuenta dentro del incoherente «juego» de este extraño lugar al que le ha tocado venir.

Primer error: Creer que el Amor incondicional, el que originalmente traemos, es el mismo que el mundano, cuando a veces ni siquiera lo encontramos en nuestros propios padres. Primer dolor o dolor original.

«El autentico Amor es el que está dentro de cada uno, solo encontrando el tuyo podrás reconocer el de los demás»

Segundo error: A medida que crecemos aprendemos que en este mundo, el amor que recibamos es proporcional a la proximidad que seamos capaces de alcanzar respecto a la definición de «valor» estandar que el entorno determine. Así entendemos, que debemos conseguir otra identidad diferente a la original, ya que con la verdadera no lo conseguimos, adaptada a las normas que el Sistema nos exige para poder ser reconocidos como valiosos y obtener las garantías suficientes para merecer ser amados.

Con estas dos erróneas creencias inconscientes bien aprendidas, vamos alejándonos de lo que realmente Somos, obligados a generar por la presión de conseguir el reconocimiento y el amor de los que nos rodean, un Ego (o falsa identidad) que crece alimentado por pensamientos «a la carta», profesiones, roles, propiedades, más dinero y personas, como mecanismo de defensa para sobrevivir al miedo de ser separado del grupo, mientras en lo más profundo de nosotros sigue latiendo la esperanza nunca perdida de encontrar ese Amor que nuestro auténtico Yo recuerda. Con un Ego cada vez más irritado por las continuas frustraciones que recibe al no conseguir silenciar con nada las originales necesidades del Yo, los sentimientos de vacío y soledad empiezan a invadirlo todo. Segundo dolor: Es el resultado de abandonar nuestra verdadera Identidad sustituyéndola por un falso yo (ego) creado desde la mente.

Ahora que ya estás aquí, en ese punto en el que te das cuenta de que No eres «eso» que tu mismo Ego te dijo que eras, sino que Eres mucho más, es donde empieza tu verdadero Camino de regreso a Casa. Aunque aún te cueste creerlo, has aprendido muchas cosas sobre lo que No Es de las que descubrirás su verdadero valor una vez inicies la vuelta. Comienza pues el proceso inverso, des-identificándote, desprendiéndote y soltando todo aquello a lo que te has apegado y que solo engorda tu Ego como representante del falso «soy». Localiza todo lo que te llevó a confundirte y a que sustituyeras lo auténtico por un disfraz, las creencias adquiridas que incorporaste a tu mente sin cuestionar, las emociones que reprimiste en base a esas creencias, las motivaciones que tuviste que sacrificar por un amor condicionado.

Resulta verdaderamente paradójico aunque realmente no lo es, que habiendo nacido con identidad propia, nos veamos por Amor obligados a tomar del exterior una careta distinta, y que a lo largo de la vida haya que desprenderse de ella nuevamente para poder reconocernos. Des-Identificarse, para cambiar amor por Amor y obtener la  perseguida Paz o Iluminación.

«Sepárate de tu identidad terrenal y mírate desde tu Identidad Superior. La maestría está en distinguirlos y manejar desde el más elevado con una más elevada consciencia»