Quien haya observado un poquito se habrá dado cuenta del poder de las palabras. Unas limitan o reprimen acciones o pensamientos solo con pronunciarse y otras por el contrario lo estimulan. En principio son solo palabras, pero la manipulación que durante siglos se ha ejercido sobre ellas las ha polarizado añadiéndoles un «efecto» positivo o negativo emocionalmente. Esa manipulación consiste en conseguir instalar en la mente de una masa crítica «el concepto» que interese crear, y en función del tipo de estímulo al que se haya asociado, así se dirigirá en un sentido u otro. Si queremos que la mayoría vaya hacia una determinada dirección o se aparte de ella, solo tendremos que escoger una palabra y compañarla simultaneamente de estimulos sensoriales (música, imágenes, olores, sabores, texturas) incidiendo en la zona límbica de nuestro cerebro, y a partir de ahí bastará repetirlo, hasta que por sí misma genere la emoción de atracción o rechazo popular que se pretendía. Esta es una herramienta de «psicología básica» (aprendizaje condicionado), que la publicidad y los que manejan el poder utilizan para crear tendencias en la población en función de los intereses de cada Sistema. Todo un entramado de asociaciones y subasociaciones emocionales artificialmente creadas que recorren el diccionario formando una compleja estructura dificilmente desmontable, debido a que se instalan en una zona muy primitiva y no racional del cerebro, viendose reforzadas por los años generación trás generación. «Repite ene veces una mentira y se convertirá en verdad». Estas son las CREENCIAS, el origen de los JUICIOS (pensamientos formados por palabras emocionalmente dirigidas).
Esta forma de manipulación a través de las palabras con-nota-ción positiva o negativa funciona en la vida diaria para el control de la conducta desde que somos niños. Los padres lo ejercen por aprendizaje del modelo de sus antecesores, pero por encima de esta autoridad natural inconsciente, se elevan los que la manejan conscientemente para una población más amplia. De ahí el interés de cualquier poder por el dominio de los medios de comunicación y en especial del «Programa educativo» de un país, porque en ese periodo de vulnerabilidad y ausencia de racionalidad infantil es donde con más facilidad se «moldea» la mente humana, garantía de continuidad para el Sistema.
Una vez se instalan en la masa crítica determinadas asociaciones de pensamiento dirigido, se aceptarán como «verdades» que nadie se atreverá a cuestionar, a riesgo de ser señalado (si con suerte no te llevan al psiquiatra para que te sede por ser diferente) como «raro», «disidente», «rebelde» o «paranoico», palabras que a su vez y previamente también fueron tratadas artificialmente para que sirvieran al control a través del miedo a la vergüenza, el sentimiento de culpa y la temida soledad como resultado. En función de estas ancestrales asociaciones consideradas ciegamente como verdad, emitimos juicios, convirtiéndonos en carceleros de nosotros mismos y policías de los demás. Todos somos complices de su mantenimiento, EXCEPTO LOS NIÑOS. Emitir juicios de valor sobre un niño, debería estar penado.
Ahora puedes hacer dos cosas, cuestionarte la procedencia de la emoción que te producen las palabras que conforman tus pensamientos, y reconstruir tu sistema de creencias, o seguir contribuyendo con juicios y críticas a la destrucción de los demás y al auto castigo.
Como siempre, Tú eliges.