Marcar los límites, decir basta, dejar de herirnos, de que nos hieran…… ¿hasta cuando es suficiente?.
Hay muchos síntomas y casi todo el mundo siente desde el primero, pero dejamos que el pinchazo llegue a ser herida y la herida úlcera, cerramos los ojos porque el miedo nos recorre el cuerpo y la mente fabrica justificaciones para evitar que te enfrentes a el. ¡Que poco nos hemos querido!
La primera palabra, el primer dolor, la primera decepción, el primer desaire o falta de respeto, la primera exigencia…….. todo aquello que chirrie en tu interior, que te toque por leve que sea, ya es suficiente para que te pares, estes atento y te cuestiones hasta donde estás dispuesto a llegar.
En función de lo que creas que vales pondrás tus medidas de tolerencia. Ser tolerante o incondicional se ha generalizado erroneamente hasta el punto de considerarse cualidades superlativas del amor. Solo el amor de padres a hijos puede ser incondicional y no enfermar la relación, pero en una amistad o en una pareja es la antesala del rol victima-perpetrador, el que «se deja» por amor (esa es la explicación que le da su mente) está reforzando el rol del que «abusa», y cada vez que lo hace más se instaura como dinamica en la relación. El otro aprende esa mecanica porque tú se la facilitas.
Siempre es el momento adecuado para cortar, en cuanto aparece mejor, pero también en medio o cuando ya no puedas más. No esperes, cuanto más tiempo pase más miedo sentirás y más esfuerzo necesitarás para frenarlo.
Como decía antes los límites van en función del valor que nos demos a nosotros mismos, es como una obra de arte, cuanto más valiosa es más medidas de seguridad la protegen. Si sientes dentro de ti que vales poco, cualquiera podrá «tocarte», corriendo el riesgo constante de que a tu vida se acerquen todo tipo de sensibilidades, malos maestros con poca idea del respeto hacia la obra que cada uno de nosotros es por el simple hecho de ser persona.
A lo largo de la vida hemos ido adquiriendo nuestro propio valor, las carencias afectivas de la infancia, experiencias de abandono, los condicionamientos religiosos y sociales de culpa, la fragilidad innata o el anhelo de amor, hacen que nos sintamos insuficientemente valiosos y pensemos que si consentimos o damos todo lo que tenemos nos valorarán más o al menos no nos dejarán solos. Pero AHÍ ES DONDE ESTÁ EL GRAN ERROR. Para que te valoren primero tienes que valorarte tú, y hasta que no lo hagas, serán los demás los que marquen tu precio. Si es así, no te quejes y ponlo tú.
Necesitarás un tiempo para aprender a quererte, para darte cuenta de cuanto vales, porque lo vales y mucho. Párate a pensarlo. Ponte manos a la obra con alguien, necesitarás ayuda porque no es fácil descondicionar tantos años de ideas ferreamente instaladas en el subconsciente que ni si quiera tú reconoces, que impiden, que no dejan que te perdones, que tienen bloqueada tu estima no dejandola crecer justamente.
Analizar los hechos concretos en los que te encuentras o por los que llegaste a sentirte victima, y unos cuantos ejercicios programados para aumentar el amor hacia ti mismo, te darán grandes resultados, harán que poco a poco te vayas aproximando más al valor que necesitas tener para protegerte.
Tienes que estar decidido, dispuesto a pasar por un sufrimiento aunque diriguido, pero este a diferencia de los otros tendrá un objetivo, aprender a evitar otros futuros para los que podrías estar programado.
Tu esencia es maravillosa, la del otro también, pero cada uno debemos cuidar la nuestra primero. Mímate, cuida de ti, respeta tu autoridad y ámate a ti mismo. apuesta-por-ti