Independencia emocional : Soltar a los padres

No somos responsables de la felicidad de nadie aunque así nos lo hayan hecho creer, empezando por nuestros padres cuando depositan sus expectativas de que seamos lo que seguramente no somos. Responsabilidad que no nos corresponde porque la vida es un regalo que solo nos pertenece a nosotros, NO ES un utensilio para que los demás cubran sus necesidades de atención, afecto y reconocimiento. Y a la inversa, no deberíamos utilizar la de los demás esperando que satisfagan las nuestras. Vamos a empezar a Amar libremente. El verdadero Amor libera, no ata.

Cuando se crea la dependencia

Hay un momento para todo, también para la dependencia sana durante la infancia y hasta la adolescencia, necesaria para desarrollarnos, pero una vez transcurrido ese periodo deberíamos comenzar a volar libres de ataduras emocionales, deudas o fidelidades, culpa e idealizaciones sobre lo que debería haber sido y no fue. Si durante el tiempo en que podíamos ser dependientes no se nos permitió serlo, no se nos dió lo que necesitábamos, o no se nos dejó equivocarnos, la maduración emocional se paraliza y queda atrapada en la necesidad de cubrir ese vacío que posteriormente trataremos de satisfacer a través de los demás. Desnutrición emocional o vacío que buscaremos desesperadamente llenar con, comida, alcohol, drogas, trabajo, parejas, amigos, perpetuando y agravando nuestro problema de dependencia original no satisfecha.

De donde viene el problema

Son varios los factores. El primero explicado en el articulo anterior, cuando los padres no nos sueltan porque son también dependientes emocionales de sus progenitores.

Los sentimientos no resueltos de rabia, culpa, e idealización, son potentes «pega-mentes», resistentes a los kilómetros de distancia incluso al fallecimiento del sujeto que los provoca, es más, en la mayoría de los casos los incrementa y solidifica.

El amor mal entendido, ese que se basa en la necesidad de mantener al otro a tu alcance, de acaparar su atención y sus pensamientos. Una idea de amor absolutamente infantil y egoísta heredada culturalmente, reforzada por modelos cinematográficos, novelas y todo tipo de herramientas de idealización basadas en la dependencia, convirtiendo lo que realmente es tóxico en una conducta a imitar. Esas «madres o padres coraje» sin límites tan alabados socialmente, habría que preguntar a sus hijos.

El exceso de atención que se prolonga más allá de la adolescencia. Los padres que no evolucionan en su propia vida tienden a aferrarse al recuerdo emocional de sus hijos, resistentes a percibirlos como adultos capaces e independientes de ellos. Y lo mismo ocurre a la inversa. Los hijos que no han tenido la oportunidad de madurar porque jamás los han soltado, no pueden ver a sus padres como las personas que realmente son, como seres individuales separados de ellos con la tarea de cuidadores finalizada.

La falta de confianza en nosotros mismos. Si nuestros padres no nos sueltan, dudamos inconscientemente de nuestra capacidad para enfrentarnos a la vida en soledad, y por si acaso, intentaremos tener siempre a alguien seguro a nuestro lado. La independencia produce miedo, implica valentía y responsabilidad, entre otras cosas porque ya no podremos echar la culpa de los errores a nadie. Da miedo, pero hay que dar el paso si no queremos vivir una vida fingida, esclava de los pensamientos y sentimientos que puedan tener los demás sobre nosotros.

El mantenimiento de roles. Parece increíble, pero quizás sea dentro de la familia donde menos podemos ser nosotros mismos. Dentro del sistema familiar se van generando ciertos roles según el número de hermanos, el tipo de relación entre los padres, el lugar por nacimiento que ocupamos, y las necesidades físicas y emocionales de supervivencia del propio sistema. Todas estas características unidas a las individuales de ocupar un lugar diferenciado dentro del clan, hacen que de manera más o menos inconsciente asumamos una «tarea» determinada por la que somos reconocidos. Esta tarea se interioriza y se convierte en «deber» cuando realmente ni lo es ni siquiera nos corresponde. Así nos convertimos en «salvadores», «mediadores», «padres de nuestros padres y de nuestros hermanos», «motivadores o terapeutas de la familia», «distractores de tensión»….. En fin, tareas que pesan y que nos obligan a ser lo que realmente no somos ni queremos ser. De ahí que la familia nos agote casi siempre.

Idealización. El ego se cree que sin nuestra labor todo va a saltar por los aires, típica creencia infantil de querer ser el «ombligo» de todo lo que nos rodea. Falso. Ni tus padres son lo que tú quieres que sean ni tú tampoco. Todos los seres humanos tienen «sombras», y ellos también. Secretos inconfesables que te asombrarían, cómo poco en la misma medida que los puedas tener tú o cualquier otro. Deja de soñar, aterriza y vive en la realidad de lo que ES AHORA, no en lo que te gustaría que fuera o hubiera sido..

Cómo se trabaja la independencia

Tendrás que hacer pequeños o grandes actos de «rebeldía» porque irán en contra de las creencias establecidas sobre lo qué es el amor, pero creeme, si acabas con algún tipo de amor será solo con el egoísta. Empieza por cambiar poco a poco las costumbres automatizadas, que por otro lado no creaste tú sino que te vinieron dadas casi siempre por el modelo o por chantaje emocional, convirtiéndose en cargas. Ve suprimiendo todo aquello que sientas cómo pérdidas de tu propio tiempo y energía para ser feliz, por pocas que sean todas suman.

Te pongo algunos ejemplos clásicos: Dejar de llamar a tus padres a diario si lo haces, o responder a sus demandas de forma inmediata como si en ello te fuera la vida. Preserva todos tus espacios personales como pueden ser, el acceso libre o sin aviso a tu casa, las interrupciones en tus horarios de trabajo, la participación en tus redes sociales, en tus círculos de amistades, y por supuesto da prioridad al tiempo con tu pareja o tu nueva familia. Deja las visitas rutinarias, como eso de ir a comer todos los domingos por obligación. Sorprende con una llamada o una invitación en cualquier día de la semana, un paseo o cualquier cosa que realmente te apetezca de corazón y no como «deber» porque ellos lo esperan. Tus padres no son tus hijos, ni tus amigos, ni tus empleados de hogar, son adultos independientes de ti con una vida propia, lo que hagan con ella es su responsabilidad.

Si tú te crees capaz de responsabilizarte de tu propia vida, ¿por qué crees que ellos no? ¿Te ves por encima? Pues revisa seriamente tu ego y no repitas lo que no te gusta que hagan contigo, verte «pequeño», porque todos sois ya adultos o desde luego deberíais serlo. Crece, evoluciona.

No tengas ningún miedo de perder su amor porque será al revés, ganarás en calidad y respeto. Cada uno en su sitio, como debe ser.