Esta historia me la contó mi profesor, Federíco Villegas, durante un curso de formación. Ilustra tanto la realidad sobre la resistencia generalizada al cambio que también yo la he trasmitido en muchas ocasiones a personas que han sentido miedo. Espero que os sirva.
«no te preocupes, en realidad lo que pasa es que ellos sienten más miedo que tú»:
Imaginaos por un momento una gran piscina, visualizarla llena de gente dentro, casi apiñada. La peculiaridad es que esta piscina no está llena de agua sino de M, (y esta es la única vez que lo nombraré), «mierda».
La gente que está dentro de ella actua de tres maneras diferentes; unos son tan expertos que bucean por su interior como peces; la mayoría está de pie casi inmoviles, solo mueven sus ojos vigilantes para que nada perturbe la quitud del contenido porque, y esto es lo más importante, el nivel de la (M) les llega justo a la altura de la boca. Solo unos pocos al ver desde ahí el aire puro del exterior y a otros que lo han conseguido, comentan su intención de alcanzar el borde y salir. Inmediatamente la voz de alarma corre, los miles de ojos apuntan a aquel insensato que pretende moverse de donde está, todos tratan de convencerle haciendole entender que salir supondrá el riesgo de quedarse solo, que llegar hasta la orilla puede ser un suicidio, que la mayoría están ahí y eso es lo mejor. Unos cesan en su intento y se resignan a sobrevivir de aquella manera, pero los que ya no pueden volver a mirar hacia abajo, cogen aire y guiados por la luz externa del sol comienzan a nadar para alcanzar la orilla. El trayecto no resulta facil, incluso hay gente que sujeta las piernas tirando de ellos hacia abajo, pero el apoyo y la buena cara de los ya lo han conseguido, les animaba a no parar de nadar. Según vas nadando te das cuenta de que no pasa nada, que puedes hacerlo, que hay un sitio más seco y limpio para ti, tu confianza crece.
Si lo habeis visualizado no será necesario describir los ojos de pánico de los bañistas cuando alguien lo intenta, porque si pudieran hablar, y ahora entiendo porque todos cierran la boca, dirían…… «por favor, no hagan olas».
A veces por desgracia tendemos al «apalacamiento» por miedo o por falta de reflexión, lo ideal es luchar contra esa situación y moverte hacía «prados» mas reconfortantes, la decisión es personal e intransferible.Besos.