Durante muchos años de mi vida buscaba y no encontraba calmar “Algo” de mi interior. Libros de autoayuda y autoconocimiento sólo sirvieron para ocupar el tiempo que se me escapaba de las manos, sin paz. Fue el video de un perro abandonado, vagando por Calcuta, el que hizo romperme en mil pedazos, el que desgarró definitivamente mi “Alma”, ese “Algo” que ahí estaba. Y me puso en el camino a Concha (que no la conocía de nada), que me hablaba del Niño Interior.
Me hablaba de Amor, de Honestidad con uno mismo, de escuchar activamente a esta pequeña/gran “Alma” que poseemos en nuestro más profundo corazón y que tanto ha sufrido. Con paciencia, infinita paciencia y poniendo a mi disposición todo su atención y su tiempo, fue sacando a ese Niño dolido y tímido. Para comprenderlo. Para escucharlo y darle el cariño que necesitaba, que nunca tuvo. Para que se sintiera vivo y querido, y no encerrado en la cueva del “ego”. Para hacerme ver que él y yo estamos mucho más cerca que lo que pensaba.
Del Taller del Niño saco que todos los libros de autoayuda que poblaban mis estanterías han dejado paso a un lenguaje directo, sincero y de mutuo conocimiento con ese Niño Interior, del que tanto sabe Concha por su empatía con él, y con el de cualquiera que se acerque a ella.
Ahora sigo con Concha, pero en otro plano. Hemos evolucionado. Yo como adulto y mi niño como niño, hacia su madurez plena
No puedo haber encontrado mejor Maestra de Humanidad que Concha. Gracias.