Aquí y ahora tenía que hacerlo, porque si no corría el riesgo de que mi Corazón estallase. Este es mi homenaje a todas esas personas que seguís lo que escribo, a los que me llaman, a los que me envían mensajes, y a todos los que en silencio conectan conmigo desde el sentimiento.
Aunque siempre escribo con mi experiencia en la mano, hasta ahora me resistía a personalizar de un modo directo. Hoy, y gracias a vuestros mensajes de apoyo, siento la necesidad de compartir algunos de los puntos de inflexión de mi trayectoria de vida como un ejemplo más de esa posibilidad de transformación que todos tenemos, como un mensaje de esperanza para aquellos que están en el camino y a veces desesperan, porque si yo pude, también vosotros podéis. No os dejéis engañar, la felicidad es un derecho inherente a la Vida y debéis luchar por ella.
Hace ocho años, no hubiera dado un duro por mí, ni siquiera lo daba la terapeuta que me atendió cuando llegue al extremo de no poderme levantar de la cama. Todo era oscuro, pesado, todo estaba muerto. Un sentimiento de soledad infinito quiso apartarme del mundo, en aquellos años hubiera querido desaparecer. No creía ser merecedora de nada ni nadie a pesar de haber luchado incansablemente por lograr el amor y el reconocimiento de los demás. Todos mis años de vida tratando de demostrar de lo que era capaz, a mis padres, a mi marido, a mis hijos, a mis amigos….. a todo aquel que se acercaba a mí, pero realmente no veía nada de lo que estaba pasando, solo sufría tremendamente por dentro sin saber que más hacer para que mi pequeño mundo se sintiera feliz. Todo salía mal.
Ahora puedo entenderlo todo. Tengo un recuerdo de profunda tristeza desde pequeña, en el colegio me sentaba en un banco apartada del resto, observando, sin entender que hacía yo en aquel sitio. No podía comprender por qué las niñas se pegaban, se ponían la zancadilla cuando saltaban a la comba o se empujaban en la fila para lavarse las manos al entrar al comedor. No conseguía comprender por qué se insultaban o por qué no dejaban jugar a las gordas….. me dolía el alma cuando veía esto. Recuerdo mirar al cielo y preguntar, deseando que pasara un ángel y me rescatara de allí porque no sentía que perteneciera a este mundo. Quería volver a casa, volver al Sol, subir al cielo, volar. Llegue a entenderlo como una especie de castigo, algo debía haber hecho muy mal para merecer estar aquí. Por la intensidad del dolor desde luego debía ser horrible. Con los años lo asumí, y el resto de mi vida se convirtió en una especie de misión para conseguir el perdón, sin saber si quiera qué o a quién había ofendido, ni tampoco quién debía dármelo. Era como si Dios me hubiera echado de una patada del Paraíso. Solo me convencí de que debía ser muy buena para que me retiraran aquel castigo, lo di todo para ser tenida en cuenta, me sacrifiqué, me adapté a las normas, hacía lo que me pedían, estaba pendiente de los demás, les amaba por encima de cualquier cosa a pesar de ser agredida, por encima de mi misma, disimulaba ser feliz para conseguir aquel ansiado premio. Era la única manera que una niña de 3 años puede interpretar un mundo hostil. Cuarenta años buscando el perdón, cuarenta años buscando amor incondicional.
Los acontecimientos negativos lejos de cambiar crecían, cuanto más me olvidaba de mí misma para dar a los demás más agresivos y difíciles se volvían, era como si me persiguieran, como si los atrajera, como si fueran a por mí. Por exigencias del guión tuve que cambiar cada cuatro años de residencia, no había forma de crear vínculos estables, mis amistades se rompían una y otra vez por la distancia, fuerzas mayores que me hacían sentir impotente y que me cuestionaban el beneficio de tomar cariño a las personas que aparecían y desaparecían de mi vida sin que nada pudiera hacer. Sobre los 12 años recibí mi primer acoso, un intento de abuso sexual por parte del cura del colegio. Lo conté pero todos miraron para otro lado. Era lo mismo que cuando en clase los adultos permitían y colaboraban con su silencio a la desigualdad y la injusticia, como cuando los asesinos de ETA disparaban a quemarropa a los padres de mis compañeras y los que veían callaban, como cuando se le retiraba la mano para la Paz a un mendigo durante la misa…aquel silencio de la vida adulta me aterraba. Lo peor es que «el modelo social» te hace creer que eres tú la inadecuada, y que eres tú la que debes aprender. Este es solo un ejemplo por no alargarme contando toda una sucesión de patrones que se repetían entre diferentes tipos de abusos, agresiones y humillaciones, de autoridad, emocionales, manipulaciones, presiones, traiciones y chantajes. Con un Corazón partido y 13 años verbalicé una firme promesa para defenderme del dolor de la soledad. Como Escalata O’Hara en la película «Lo que el viento se llevó», yo Concha Tejedor, juré que jamás nadie volvería a herirme, que me haría como ellos, dura, competitiva y depredadora. A partir de ahora todos se enterarían que lo que me pasaba no era por falta de capacidad para conseguir cualquier cosa que me propusiera, yo sabía de mi poder, sabía que podía hacerlo desde el bien o desde el mal aunque esta segunda opción nunca la hubiera utilizado. Ilusa de mí creí que la solución estaba en el control, en la inteligencia, había observado mucho, conocía los comportamientos y gestos humanos al dedillo, podía interpretar cada respiración, y con todas esas herramientas solo necesita la voluntad para manipular en un sentido u otro la dirección de los demás. Detrás siempre estuvo el objetivo de ser valorada, apreciada y reconocida por mi entorno más cercano. Durante unos años abandoné mi Corazón, no lo escuchaba, creía que era estúpido y que por su culpa sufrí innecesariamente. Cada vez más equivocada, cada vez más lejos de mí, cada vez más anulada y herida aunque no quisiera verlo ni reconocerlo. Repetía e insistía en estar en un permanente estado de alerta. Me casé en estado de alerta, tuve a mis hijos en estado de alerta, y viví durante 20 años en situación de auto encarcelamiento y agotador estado de alerta. Hasta que mi energía se agotó y caí dentro de un profundo pozo de depresión, angustia y miedo. Me levantaba para arrastrar mi cuerpo, ya no tenía fuerzas ni para sonreír a mis hijos. Ahí empezó mi salvación. Ahora sé que la peor circunstancia pueden ser las alas del ángel que te rescate.
Ellos no se merecían eso, Yo no me merecía eso, nadie se merece ser desgraciado. Tuve que tomar la decisión más importante de mi vida, debía elegir entre vivir o morir con cada aliento, porque sabía que me estaba apagando, que un cáncer o la pena acabarían más tarde o más temprano conmigo. Decidí vivir, y volví a jurarme…… «Voy a VIVIR, tengo el derecho a la Vida, tenga que hacer lo que tenga que hacer, apuesto por Mí» (apuesta-por-ti). Ahora mi objetivo no sería controlar nada, mi objetivo sería el reencuentro conmigo misma, saber quién era y para qué había venido, tenía que encontrar el sentido, tenía que haber algo más. Cuando llegas al punto de que nada tienes que perder, porque sientes que a pesar de estar rodeada nada tienes, es cuando empieza el autentico camino.
Aunque no ocurrió así, estaba dispuesta a renunciar a todo, lo único que necesita era sentirme tal y como yo era y había sido siempre, volver a mí, al punto en el que me abandoné. Me separé, dejé el trabajo y me preparé para caminar por donde hiciera falta, pero eso sí, nunca más dejaría de serme fiel a mí misma. Era la que era, con todo lo bueno y malo que tuviera, cualquier cosa no podría ser peor que el propio abandono. Y esa niña que un día fue rechazada por la adulta confundida que renegaba de su Corazón, volvió de nuevo a casa. Se instaló y se hizo más grande y más fuerte, crecía a cada paso con cada dificultad, aprendía, lo pasaba mal, pero estábamos juntas, ya no había divisiones entre lo autentico y lo conveniente. Nunca más se sintió sola, aprendió que la soledad está dentro de cada uno y no depende de cuantía de la compañía externa humana o material. Porque en realidad estamos solos, porque en realidad el vacío es un regalo, una oportunidad delante de la cara para verte, la única manera de encontrar la Luz, porque la Luz eres Tú mismo.
Y así entiendo ahora mi trayectoria, un viaje desde el brillo del origen hacía las sombras que te harán de nuevo buscar la Luz. Sé que venimos del Amor para volver al Amor, lo que muchos llaman La Fuente. Cuando te das cuenta que siempre estuvo en ti, comprendes la Vida, comprendes el dolor, entiendes para qué te llega lo malo, aprendes donde está la fuerza, qué es lo que te hace grande. Cuando te amas lo suficiente empiezas a amar a los demás, sientes la compasión por cada ser humano, la belleza de la imperfección. Si quieres la Verdad lucha por ella, búscala en ti y como por arte de magia aparecerá en tu vida, plena, llena de satisfacciones y premios. Siembra y recogerás lo que hayas plantado, es lo justo, es la gran lección.
Puede que ahora podáis entender mejor lo que hay en el alma de cada artículo. GRACIAS A TODOS POR SER PARTE DE MI MISIÓN-
¡¡¡Va por vosotros, va por mí!!!
Concha… no hay palabras… o sea poner en palabras lo que me han echo sentir tus palabras le quita emocion a la emocion! Gracias SuperConcha, como dice Rashna, sos MUCHA CONCHA!!!
abrazos de colores,
AlejAndrA
Hermosa y valiente Concha. Lección magistral de AMOR a ti, a mí, a tod@s. GRACIAS
Gracias Concha, todos tus artículos son buenísimos, pero éste me ha tocado profundamente el alma.
Gracias por existir.
Gracias Concha me ha emocionado tu articulo, no tengo palabras más que una inmensa sensación de gratitud por haberte encontrado, por estar en mi camino.
vaya!!!!hacía días que no vertía lágrimas…pero esto me toca,me toca de cerca, gracias por dejarlo aquí y que nos haya llegado, que me haya llegado…a mí.GRACIAS CONCHA,SIEMPRE GRACIAS.
Concha un abrazo enorme. Eres inmensa… no encuentro las palabras… tan sólo, que eres muy valiente, grande y tu amor, es así también: inmenso.
jolín Concha, QUÉ desgarro, me dejas sin palabras, nena. Ganas de darte un achuchónnnnn
bsss
Concha, gracias, mil veces gracias!. Con toda mi gratitud y amor
Gracias Concha eres una valiente y se me han saltado las lágrimas porque todo lo que has narrado paso a paso, es un calco de mi vida pero yo tambien salí del pozo. Quedan heridas o mas bien cicatrices que te hacen recordas lo que fuiste o viviste y lo que eres ahora. Gracias.
Que decir? Solo que me saco el sombrero ante semejante mujer. Nada mas.